Foto @ Chris Dale.
Aquella Noche de Navidad, Juan García y sus compañeros de la patrulla de salvamento marítima tan sólo pudieron maldecir su mala suerte. Tantos esfuerzos para rescatar de aquel frio y traicionero Océano a aquellos pobres desgraciados habían resultado totalmente inútiles. Todos habían muerto y ahora, ante sus ojos, más de cien pobres cuerpos yacían entrelazadas unos con otros como si fueran los nudos de un trágico tapiz; pinceladas de un cuadro dantesco de muerte; hombres, mujeres, niños...Cien almas más a añadir a la interminable lista de aquellos a los que la vida todo les había arrebatado .
Juan García inspecciono a disgusto el espectáculo que la Diosa Fortuna le había deparado para aquella Navidad y maldijo su suerte a la vez que reparaba en el cuerpo de un pequeño niño, tal vez de unos tres años, que aún estaba envuelto en una cazadora deportiva de un famoso club español de fútbol.
Aún siendo un profesional curtido, Juan no pudo evitar maldecir su suerte. ¿Porqué tenía que haber pasado todo esto? ¿Porqué esta pobre gente tenía que haber partido justo en Navidad? ¿Porqué le tenía que haber tocado a él estar de guardia justo esta noche?.
Cada vez más apesadumbrado, Juan continuó observando el cuerpo del pequeño. Se fijó en la expresión plácida y sincera que dibujaban sus pequeños labios.
- "Es como... si hubiera muerto sonriendo". Pensó
Cada vez con menos ganas, continuó y al retirar totalmente la cazadora deportiva que le cubría, reparó en que una de sus manos, estaba cerrada en puño, muy apretada, como si aquel pobre niño estuviera protegiendo algo.
Juan apartó los deditos de la mano como pudo, con mucho cuidado de no romper ningún hueso, con mucho cuidado de no profanar aún más aquel pobre cuerpecito que yacia tendido en aquella húmeda cubierta de un cayuco africano. Siguió con manos temblorosas y al retirar el último dedo, la mano se abrió, dejando que algo resbalara de su interior, cayendo al fondo del bote.
Juan se apresuró y palpó durante uno minutos aquel suelo encharcado a ciegas hasta que al fin lo pudo rescatar. Ansioso lo levantó y lo observó durante unos segundos, pero en aquella oscuridad no pudo distinguir bien de que se trataba, así que se giró un poco y lo alzó hasta que la luz de uno de los focos de cubierta alcanzó a iluminarlo.
Con sorpresa vio que se trababa de un tosco Árbol de Navidad tallado en madera. Estaba pintado de verde y sobre él unas pequeñas pintitas rojas a modo de decorativas bolas...Sin lugar a duda era un Arbol de Navidad...un miserable Árbol de Navidad...
Los que allí estaban, cuentan que en aquel mismo momento Juan se derrumbó y empezó a llorar, desconsolada y amargamente, mientras abrazaba aquel cuerpo diminuto.
Maldecía a los Dioses acusándolos de mirar hacia otro lado. Les maldecía por permitir tanta injusticia y tanto atropello. Maldecía también a sus lacayos en la tierra, marionetas parsimoniosas de una gran farsa, completamente despegados de la realidad y la pobreza de aquella miserable gente. Maldecía a políticos y a los especuladores...Y finalmente también se maldijo a si mismo por no poder haber hecho más, por no haber hecho lo suficiente.
Dicen los que allí le rodeaban, que inesperadamente Juan lanzó el Árbol de Navidad hacia el cielo, utilizando todas sus fuerzas, descargando toda su rabia. Fue como si así intentara golpear a alguno de aquellos Dioses que vagan por la eternidad satisfechos y autocomplacidos, ajenos al sufrimiento, impermeables a lamentos y desdichas.
-"Dioses de mierda, malditos..." les gritaba.
Después de aquello se derrumbó y empezó a llorar su amargura de manera desconsolada.
Con un infinito cuidado, Juan desplegó una de las mantas térmicas que llevábamos sobre la parte más seca de aquella miserable cubierta y sobre ella dejó el inerte cuerpo del pequeño. Y así utilizando la manta como un improvisado sudario, arropó al niño con un amor y con un cariño que podía conmover hasta al mismísimo diablo.
Lo envolvió hasta dejar tan sólo su carita al descubierto y tras unos segundos, elevó aquel pequeño bultito hasta su pecho, abrazándolo como si de su propio hijo se tratara. Y empezó a cantar aquella canción de cuna que su abuela y su madre le cantaran.
Así pareció pasar toda una eternidad: la noche y el mismo mar enmudecieron, como si así quisieran respetar el dolor de Juan, como si en un último acto compasivo, velaran al pobre pequeño.
Un denso y profundo silencio se extendió de manera tranquila sobre la cubierta del bote a la par que poco a poco y sin saber bien porqué, todos los que allí estábamos nos empezamos a acercar aquellas dos figuras, formando en torno a ellas un cerrado círculo de tristeza y rabia.
Lo que vino después aún me parece hoy inexplicable.
Tal vez fuera que aquel árbol lanzado por Juan llegó a golpear realmente a uno de aquellos orgullosos Dioses, despertándolo así de su eterno letargo, obrando así un milagro. Tal vez fue así, aunque francamente no lo creo, pero ¿ahora qué importa?. No lo puedo saber, ni puedo contarlo, pero...
lo que si os puedo contar es que todos los allí presentes pudimos oir como de repente, bien alto y bien claro aquel niño empezó a llorar. Todos los que allí estábamos reunidos, vimos como aquel niño envolvidito en su manta de color plateado se empezó a agitar desconsolado sobre el pecho de Juan. Y vimos como éste abarcando en su amor toda la esperanza escondida de todo un Universo, lo abrazaba fuertemente hasta que logró tranquilizarlo.
Fue entonces cuando vimos como el rostro de Juan se transformaba, pasando sus labios a esbozar una gran sonrisa mientras que con ojos todavía aún llorosos miraba al pequeño y le decía:
- "FELIZ NAVIDAD PEQUEÑO, FELIZ NAVIDAD"...
Que la esperanza sea lo último que nos quiten.
Abrazos amigos y Feliz Navidad¡¡
9 comentarios:
Un cuento entrañable y que despierta cualquier conciencia por más adormecida que esté. Me gusta lo que transmites: el amor puede resucitar a un muerto. También yo lo creo así.
Biquiños y feliz navidad, para ti y los tuyos.
Me has enternecido y quizá era lo que necesitaba en estos días en que mis sentimientos andan siempre a la caza de historias pasadas y lejanas en el tiempo, como si la realidad me pesara demasiado.
No es un nuevo cuento, es el del amor, siempre olvidado, siempre arrinconado, pero creo que es el único sentimiento que podría salvar al mundo.
Biquiños
Zorionak eta urte berri on.
Bihotz bihotzetik
Musus.
Precioso Amigo!
Muy feliz Navidad para ti.
Un abrazo enorme como ese océano!
Y miles de gracias.
Mi querido Jesús: Esta historia es tan sumamente cálida y humana que merecía ser una entrada por sí sola.Hay que tener un corazón muy grande para escribir algo así.
Mil besos y mil rosas.
que hermoso cuento Jesús
hondo y reflexivo
FELICITACIONES!!
nada retenemos, solo un recuerdo que se diluye como polvo en los años
hoy ando de spam :)P
MIL FELICIDADES
MIL BENDICIONES
que la belleza y la magia de la poesía siga manando fecunda en tu pluma preciosa, son mis deseos para el 2011
besitos de luz
Me apunto a lo de la esperanza. Feliz Año Nuevo.
Un saludo,
Contos de navidad transformables en crónicas cotidianas e pros 365 días.
Deséxote un 2o11 brillante, cargado sempre de verbas, das túas, destas que sempre quedan dentro.
Bico!
Hola Gengi, aunque la Navidad y todo el espíritu que la acompaña haya pasado, la ternura y el amor de este cuento permanecen
Gracias por compartirlo
Besos
Estercita
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